Cuatro países celebran este año el nacimiento de su aviación
Si hemos de ceñirnos a la
historia, corresponde a los hermanos Wrigth la gloria de haber sido los
primeros en horadar los cielos de América con una hélice de madera.
El avión, aún poco desarrollado en esa época, apenas era la
unión de unas piezas de lona, madera y metal, pero como diría un técnico en la
materia: tan armónicamente dispuestas, que en conjunto, ayudadas por un pequeño
motor, permitían a un hombre elevarse algunos metros en el aire y danzar entre
ráfagas de viento y nubes, que muchas veces alteraban el rumbo y daban con la
humanidad de los pilotos precursores en medio del campo, generalmente con
resultados fatales.
Luego de los vuelos de los Wrigth en
Norteamérica (1903) y los vuelos de Santos Dumont en París (1906), se produce
un auge de la aviación en Europa y más precisamente en París, lugar donde en
1905 la Federación Aeronáutica
Internacional (FAI), había sentado sus reales convirtiéndose en el ente
fiscalizador de las actividades aeronáuticas, en un principio de globos
aerostáticos y luego introduciendo normas a las actividades aéreas.
Luego viene el vuelo grandioso de
Luis Bleriot, quien en un avión de su
manufactura atraviesa el Canal de la
Mancha (1909), dando un salto formidable que permite predecir
el futuro del aeroplano, siendo éste el espaldarazo definitivo para que el avión
comience a escribir la historia aérea.
Estos avances permiten dar nuevos
giros a los constructores de aeronaves y hay más soñadores que quieren hurgar
los intrincados misterios del vuelo.
Entretanto América, un poco a
trasmano de todas estas actividades, sólo observa como las máquinas voladoras
se pavonean por los cielos europeos, incluso pilotos criollos como Sánchez Besa
y Emilio Edwards vuelan y participan en diversos concursos, los peruanos Geo
Chávez y Bielovucic, también conquistan logros para su patria lejana, pero será
sólo en 1910 cuando el avión llegue a estas latitudes, a enseñorearse en los
cielos azules de los míticos Andes.
Alberto
Braniff vuela en México
Nuestro amigo Manuel Ruiz Romero
–Español, radicado en México- en su libro Aviación Militar, nos comenta que en
1909 había en México una gran ansiedad por contar con un espectáculo aéreo con
motivo del primer Centenario del inicio de la guerra que culminaría con la Independencia de ese
país.
En los corrillos de prensa
figuraban desde Bleriot a los hermanos Wrigth como participantes de esta fiesta
nacional, hecho que nunca aconteció. Pero habría de ser el deportista mexicano Alberto
Braniff, quien luego de realizar un curso de vuelo en la Ciudad Luz , encargó la compra
de un avión Voisin modelo XIII, de 25 HP,
el que llegó encajonado a Veracruz a fines de 1909, desde donde fue expedido vía
ferrocarril a ciudad de México.
Los Braniff eran propietarios de
la hacienda Balbuena, junto a la estación ferroviaria de San Lázaro. En uno de cuyos
extensos potreros se construyó un hangar, donde un mecánico francés, venido
expresamente con el avión, procedió al armado de la máquina aérea.
Luego de algunas pruebas que
resultaron estériles, por la escasa potencia del aeroplano, talvez condicionado
por la altura de ciudad de México (2340 mts. de altura SNM), y de haber
realizado una mezcla de gasolina, que dio
mayor potencia al minúsculo motor, el día 8 de enero de 1910, con escasos
espectadores, un tozudo y valiente Alberto Braniff lograba elevarse en su
Voisin, para gloria de México y de toda Latinoamérica.
En el lugar estaba presente un reportero
del The Mexican Herald , quien se
encargó de dejar registrado en el periódico los detalles de este vuelo primigenio
en tierras aztecas.
Brasil
Al igual que Santo Dumont en
Francia, en su patria también hubo cerebros que se dedicaron a buscar la forma
de llevar un hombre al espacio en un más pesado que el aire. Es así como en la
sureña Sao Paulo tiene lugar el primer vuelo realizado en esta parte del mundo.
Un industrial francés fabricante
de ladrillos y un tornero mecánico brasilero, residentes en una parcela cercana
a la ciudad paulista, fueron los
protagonistas del evento. Eran ellos
Demetrio Sensaud de Lavaud
Lorenzo de Pellegati, quienes en sus horas libres habían construido un
avión tipo Bleriot llamado “Sao Paulo”.
El 7 de enero de 1910 lograron
efectuar un vuelo de prueba, llegando a
una altura de 4 metros ,
con una extensión de 103
metros , en 6:18 segundos.
Luego de su épica conquista
aérea, y de la algarabía propia de la ocasión, el avión fue exhibido en el cine
Politeama, llamando la atención de un neófito, quien adquirió la máquina aérea
y días más tarde, con mucho coraje e intrepidez
intentando elevarse, vino a dar con el avión al suelo falleciendo el
postulante a aviador en el intento.
Allí sucumbió el Sao Paulo, luego
de haber dado los primeros aleteos en los cielos brasileros
Gran parte de los primeros aviadores
eran deportistas o mecánicos vinculados a las bicicletas y a los automóviles,
tal era el caso de Gastón de Almeida, que en los primeros años del siglo ya se
dedicaba al entonces nuevo sport del
automovilismo en su amada tierra brasilera, pero aprovechando el desborde
europeo de la aviación había concurrido a París, a hacerse aviador y luego de
haber tomado un curso de vuelo, regresó a su patria con un aeroplano Voisin,
con el que se dice, logró elevarse sobre los cielos de Río de Janeiro el 24 de
enero de 1910.
Argentina
Este país tampoco estuvo ajeno al
progreso de la aviación. Con una tradición en vuelos de globos aerostáticos y
un Aero-Club fundado en 1909, no podía quedarse atrás en tan importante
materia.
A principios de 1910 arribaron a
buenos Aires varios aviadores extranjeros trayendo las máquinas de mayor
presencia en la Francia
pionera. A principios de enero llegaban el italiano Ricardo Ponzelli y el
francés Enrique Bregui, ambos propietarios de aviones Voisin de 60 HP. Las
autoridades locales dieron las mayores facilidades a estos conquistadores del
aire, con el fin de que los porteños pudieran conocer a la brevedad las
exhibiciones de la gran maravilla del siglo: el seroplano.
El Aeroclub en comunión con la Sociedad Sportiva
Argentina, resolvieron auspiciar los vuelos,
permitiendo así el libre acceso del público a las exhibiciones.
Por fin en la mañana del 30 de
enero, en el polígono de tiro de Campo
de Mayo el avión seguido por una fila de curiosos fue puesto en línea de vuelo
en la improvisada pista de aterrizaje.
En el asiento del piloto Ricardo
Ponzelli daba las últimas instrucciones a sus ayudantes, mientras un público
fervoroso esperaba el momento crucial del despegue. En ese momento el aviador
Ponzelli inició el decolaje efectuando un carreteo de unos 120 metros , al final de
los cuales se desprendió levemente del suelo, ganando luego los diez metros de
altura. Cuando se había desplazado unos 200 metros en el aire,
el aeroplano se inclinó sobre un costado y tocó tierra, produciéndose la rotura
del tren de aterrizaje y de algunos parantes, sin que el piloto resultara
lesionando.
Chile
Tal como lo expresáramos en
nuestro blog, en el artículo “Cien años de
aviación en Chile”, correspondió a Cesar Copetta la gloria de ser el primer
aviador en surcar el cielo patrio al interior de la antigua chacra Valparaíso,
un día 21 de agosto de 1910. Lugar donde un monolito recuerda este hecho. Este
lugar corresponde a la actual comuna de Ñuñoa y el recordatorio se ubica frente
a la avenida Irarrázabal.
Este fue el nacimiento de la
aviación en estos cuatro países. Un amanecer tímido con tres aviones Voisin
como principales actores, armatostes pesados y faltos de dinámica, los cuales
muy pronto serían reemplazados por los rápidos y eficientes Bleriot y otros
aviones de la época, con los cuales los primeros aviadores dieron gloria y
lustre a la aviación pionera en sus respectivos países.
Bibliografía:
Ruiz
Romero, Manuel. “Aviación Militar”
Tall. El Universal, Ciudad de México, México 2004.
Instituto
Cultural de Aeronáutica Brasil “História
Geral da Aeronáutica Brasileira” Ed. Itatiaia Ltda., Río de Janeiro, Brasil
1988.
Zuloaga,
Angel María “La Victoria de las Alas”, Ed. Ateneo, Bs. Aires,
Argentina, 1948
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